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sábado, 7 de junio de 2014

La muerte me da - Cristina Rivera Garza.





Título: La muerte me da.
Autora: Cristina Rivera Garza.
Páginas: 354
Género: Novela Policiaca Experimental.
Año: 2008.


Sinopsis:

"Una mujer descubre accidentalmente el cadáver castrado de un joven. El cuerpo yace al fondo de un callejón, junto a unos enigmáticos versos de la poeta argentina Alejandra Pizarnik. Cuando la mujer –que se hace llamar Cristina Rivera Garza y ha leído la obra poética de Pizarnik– notifica su hallazgo a la policía, se convierte, de manera automática, en la misteriosa Informante. ¿Qué ha visto? ¿Qué cree que significan esos versos, que comienzan así: «Cuídate de mí amor mío»? La aparición de nuevas víctimas, siempre hombres castrados, da pie a la policía para pensar que se enfrenta a un asesino en serie, y dos mujeres se empeñan en dar con él. Una es la infatigable detective del Departamento de Investigación de Homicidios, a la que, con su ayudante Valerio, han encomendado el caso. La otra mujer es una misteriosa periodista especializada en sucesos. Ambas se empeñan en resolver un caso que depara, como toda la historia, más sorpresas que respuestas. Ya desde el título, perteneciente a un verso de la poeta suicida Alejandra Pizarnik, la autora se sirve de los más diversos géneros literarios para abordar, con un lenguaje narrativo desgarrado y osado, donde nada es inocente, cuestiones como la violencia y la framentación de la realidad en el mundo contemporáneo."


(Tomado de Lecturalia).

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Mi valoración: 9/10


Cristina Rivera Garza, una polifacética escritora mexicana, presenta su sexta novela en el 2007, bajo el enigmático título La muerte me da. Tan enigmático como su mismo contenido, una delicada mezcla de estilos que, homogeneizados, dan un resultado muy positivo y atrayente al público.

Es evidente y digno de mención que las corrientes literarias contemporáneas aún no han sido del todo explotadas, y autoras tan bien posicionadas actualmente entre el gusto del público lector como Rivera Garza han logrado establecer una conexión entre ellas y sus obras, dando como resultado ideas frescas, con muchas vertientes originales, llenas de versatilidad y con tintes modernos.

Cuando me topé con La muerte me da, supe que, a pesar de algunos atisbos tímidos entre páginas, nunca me había encontrado con una novela de esa índole. Bajo un concepto secular, pero lleno de pinceladas modernas y temas que en otros tiempos se pudieron haber considerado tabúes, la autora muestra con el suficiente aplomo un trabajo que seguramente quedará para la posteridad como una de sus más complejas obras.

La muerte me da, trata expresamente sobre crímenes y misterios. Una mujer, que se hace llamar Cristina Rivera Garza —tal como la autora—, descubre un cadáver e informa a la policía sobre su hallazgo. A partir de ese momento se involucra lo suficiente como para relatar bajo su propia visión, metódica y poética, sobre el desenvolvimiento de los hechos, las sorpresas que les deparan al par de investigadoras del caso, y un constante ajetreo interno por luchas sin resolver.

Lo que llama la atención de esta novela no es el tema por sí mismo. Mencionado anteriormente, la novela detectivesca tiene tanta antigüedad que poco podría imaginarse que no se haya relatado ya. Asimismo, la cuestión del involucramiento del inocente en un caso tan puntilloso como lo es la investigación de una serie de asesinatos —veremos que, al poco tiempo, surgen más cadáveres en escena, todos bajo el irrefutable sello de una supuesta y organizada asesina serial— tampoco es por sí misma una idea fresca. Novelas policiacias han brotado a borbotones desde hace un par de siglos con la suficiente eficacia como para enamorar a un gran número de lectores apasionados del misterio y del suspenso. ¿Qué es, pues, lo que hace memorable la novela de Rivera Garza cuando todo parece estar tan exprimido?




Rivera Garza nos presenta una narración truncada, llena de espacios que ella misma va rellenando al transcurrir de las escenas con momentos sensoriales principalmente. La novela va enramada en una progresión de ideas, una detrás de otra, que forman un todo y a la vez parecen ir independientes, como si fueran extractos de múltiples relatos, con diferente autor siguiendo una trama idéntica. Sorprende así la multifacética condición de la autora que es capaz de abordar el mismo problema desde diferentes perspectivas y con cambios de estilo interesantes. A raíz de esto, cada uno de sus capítulos son ideas sueltas, que se van enlanzando unas con otras desde el momento en que comprendemos el meollo de la trama. Dichos capítulos se encuentran casi saturados, con muchas expresiones, pensamientos, retórica, sensaciones de la protagonista. Es por ello que son cortos, porque los podemos notar sobrecargados. Actúa bien, pues, la autora al presentarnos capítulos que pueden deglutirse en breves momentos, como a sorbos, para no entorpecer la lectura ni cansar la vista al lector después de esa enorme danza de pensamientos, de convergencias de ideas. Dado que ninguna frase es azarosa o puesta porque sí, la autora nos propone leer despacio, con calma y a pequeños bocados. Es una cualidad interesante de su narrativa.

Las ideas muchas veces se encuentran cortadas, de tal forma que es el mismo lector el que se encargará de remacharlas siguiendo la línea sensorial que nos deja la autora como rastro. Esto pone al lector como un partícipe directo dentro de la novela, manteniéndolo atento y construyendo junto con la autora la novela, involucrando sus sensaciones y moldeando la historia.

Una cuestión muy interesante es el desdoblamiento de la autora dentro del personaje de Cristina en la novela. La admiración a la poesía es un rasgo que comparte tanto autora como protagonista, lo cual hace pensar que es un reflejo más o menos fiel de ella misma, aunque con esta figura —como con todas en la novela—, juega bastante. Los versos de Alejandra Pizarnik, repetidos una y otra vez dentro de la historia como base para los misterios son también cuna de las grandes intrigas de Rivera Garza y no es para menos que los plasme con cierta inquietud y constancia. Además, la imagen de esta última poetisa funciona como un sólido engranaje dentro de la ambientación oscura de la novela: Pizarnik, personaje misterioso, oculto, suicida, incomprendida, y sus versos fuertes, poderosos y terribles, componen un eslabón más dentro del inescrutable mundo de La muerte me da.

Queda tan sólo comprimir en que es una novela de excelente calidad. Arriesgada por un estilo completamente libre e inusual —aunque a raíz del posmodernismo se ha incrementado esta clase de literatura alternativa, por llamarlo de alguna manera—, con un bombástico léxico, un increíble manejo de la retórica y un salvaje uso de los recursos disponibles y exactos, Rivera Garza osa adentrarse en un terreno de pocas expectativas logrando extraordinarios resultados. Enciende la llama apagada de la novela policiaca creando un estilo experimental, cortado en trozos y con una trama en donde queda como un plano secundario ante el avasallador estilo. Es una obra que probablemente no sea para todos, pues el enfoque no es muy común en una novela, pero que sin duda disfrutará todo aquel que aprecie la mezcla de la prosa y la poesía, sumado a la oscuridad del misterio, a la inescrutabilidad del suspenso y todo lo relacionado con aquello que no queda a nuestra simple vista.
La recomiendo para todos los que gustan de novelas de mayor complejidad que aquellas que ya dan las ideas desmenuzadas y deglutidas. Es un verdadero reto al lector, pero la magia que desborda en cada palabra es... inimaginable.

sábado, 22 de febrero de 2014

"La ciudad y los perros" - Mario Vargas Llosa.





Obra: "La ciudad y los perros".
Autor: Mario Vargas Llosa.
Género: Novela (realismo).
Año: 1963.
Páginas: 352.


La ciudad y los perros se adentra en un colegio militar llamado Leoncio Prado, donde los chicos internos reciben instrucción militar y formación escolar, viéndose obligados a seguir códigos de conductas y a cumplir leyes muy severas.
Se narran diferentes historias de unos muchachos que descubren y tienen que aprender a convivir con una forma de vida alienante que no les permite desarrollarse como personas y donde se les somete y humilla. No obstante, a través de este sistema, algunos encuentran la fortaleza necesaria para asumir sus retos.
 
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Mi calificación: 10/10.

Un rotundo 10 para esta magnífica obra.
El argumento es simple: la novela se centra casi por completo en las vivencias de un grupo de adolescentes en el colegio militar Leoncio Prado. Es una institución sumamente brutal y violenta, que trata de educar a los jóvenes a base de castigos físicos y otras formas denigrantes por parte de los tenientes y oficiales. Los correctivos dentro de ese internado incluían desde la reclusión en el fin de semana (días que tenían libres para visitar sus casas), hasta el confinamiento temporal en celdas, pasando por golpes, patadas y gritos.
Por si eso no bastara, los muchachos recién ingresados que pasan por su primer año son víctimas de agresiones por los alumnos del último año, quienes los "bautizan" humillándolos a su gusto, llamándolos "perros" y haciéndoles pasar mil vejaciones, como si fuera una tradición secreta del colegio que se repetía ciclo tras ciclo.


La novela comienza a media trama, de modo que constantemente tenemos flashbacks de cuando nuestros personajes principales pasaron por la etapa de ser "los perros" del colegio, hasta la actualidad en donde ellos cursan ya el último año. Varios de estos alumnos conforman una "organización secreta" llamada El Círculo, que originalmente formaron para unirse contra los alumnos más grandes y resistir sus ataques, y que actualmente es sólo un grupito de muchachos que meten cigarrillos y naipes de contrabando al colegio.
La mayoría de los personajes no tienen nombre. El autor los nombra por sus motes: "El Jaguar" (el más fuerte y dominante de los muchachos), "El esclavo" (un chico del que todos abusan y humillan), "El poeta", "El Boa", "El Rulos", entre otros. Descubriremos así que cada uno cumple con una función exacta en la historia, con intervenciones precisas que enmarañan la trama y terminan haciéndola sencillamente exquisita.

El verdadero nudo comienza cuando en una práctica militar en descampado, uno de los alumnos muere aparentemente por un accidente; sin embargo uno de los compañeros sabe la verdad... y entonces la trama se tensa a un punto increíble, dado que la acusación del supuestos sospechoso supondría su expulsión y procesamiento por asesinato... pero de no ser cierta la teoría, dicho alumno "soplón" recibiría todo el castigo por poner en tela de juicio el prestigio del colegio.

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Este libro es cruel. Es grotesco, es violento y crudo. No es sólo la primera novela del célebre autor peruano: también es su libro más oscuro y terrible. Por supuesto, basado medianamente en sus propias vivencias reales como colegial.
El libro es ensalzado hasta las cumbres por ser revolucionario en su época. No es difícil decir que marcó un parteaguas en la literatura latinoamericana y, mucho más concretamente, en la peruana.
Los recursos literarios utilizados en esta novela son extraordinarios.
Vargas Llosa no teme utilizar los saltos de historia para irnos planteando la idea principal, armada como un rompecabezas por diversos narradores en diferentes tiempos. En la novela tenemos tres narradores básicos: uno es el Esclavo, otro es el Poeta y uno más permanece misterioso hasta el final del libro.
De pronto tenemos flashbacks tremendos, saltos de un episodio a otro de la niñez de alguno de los internos hasta la actualidad narrada por otro más, seguido de una remembranza de su primer año de estancia por otro narrador.
Los monólogos internos de el Boa son exquisitos. Hay algunos episodios de la obra que son narradas por este personaje secundario, quien cuenta todo a vuelapluma, sin detenerse en nada, como si todo lo estuviese contando oralmente a su perrita, con naturalidad extraordinaria.

Las inquietudes atemporales de cualquier estudiante en una institución militar quedan impresas en este libro. Ya desde entonces se aborda el trillado tema del bullying, cuando aún no existía ese término pero sí dichas conductas. No falta el personaje fanfarrón, no falta tampoco el que le sigue la corriente a éste, ni tampoco el temeroso de todo. Todos ellos doblegados parcialmente por el teniente Gamboa, aunque a sus espaldas haciendo todo lo prohibido por el reglamento: romper normas por el simple hecho de existir, por estar cansados de los abusos.

Quiero advertir algo. Desde el principio nos sumergen a la mitad de la historia: la primera página ya narra cómo uno de los muchachos, Cava, es el designado al azar en el Círculo para que vaya a robar las respuestas de un examen de Química que aplicarían al día siguiente. Sin embargo, también ahí comienzan unos saltos de tiempo tremendos, sin explicación, que podrían confundir al lector inexperto pero que supone todo un reto para cualquiera. Al principio es difícil acostumbrarse, ya que tienes que intuir por ti mismo quién es el que narra ahora y en qué momento, situación y escena lo está haciendo. No es sino a partir de las cien páginas que comienza al fin la narración lineal e intensa, pues con la muerte del interno el punto álgido se muestra finalmente.

Esta obra no tiene un solo punto malo, a mi gusto. Si te aburres o no lo entiendes, es más tu problema de falta de paciencia. Es una obra que necesitarás quizá leer dos veces, pero que te dejará con un gran sabor de boca. ¡Ah! Lo olvidaba, el final es increíble, porque Vargas Llosa nos engaña con absoluta maestría sobre uno de los narradores sin darnos el nombre del sujeto hasta las últimas páginas. Será muy normal que te des una palmada en la frente por no haber adivinado antes hacia dónde iba encaminada esa historia alterna que se va intercalando junto a las vivencias del colegio militar.

Si has escuchado sobre Vargas Llosa y no sabes cómo empezar a leerlo, no lo dudes: comienza por "La ciudad y los perros".